Introducción
El 21 de agosto de 1911 quedó marcado como uno de esos días en que la historia parece improvisar un giro inesperado. Un hombre común se acercó a una de las paredes más famosas del Museo del Louvre y se llevó consigo una pintura que, hasta entonces, muchos conocían sólo por revistas y libros de arte. Lo que ocurrió no fue solo un robo: fue el inicio de una historia que cambió por completo la mirada pública sobre esa obra.
1.- Orígenes y contexto
Vincenzo Peruggia nació en una zona rural del norte de Italia y, en su juventud, emigró buscando trabajo. En París encontró empleo en el Louvre realizando tareas sencillas, como colocar vidrios protectores y montar marcos. Ese trabajo le dio un conocimiento práctico del museo que pocos visitantes llegan a tener: pasillos de servicio, horarios del personal y puertas traseras que rara vez se ven.
2.- El día del robo
Eligió un lunes, cuando el museo suele estar cerrado al público. Vestido como un operario, se movió con calma por los corredores hasta la sala donde colgaba la pintura. La descolgó sin alborotos, retiró la protección y la ocultó entre sus ropas. Salió por una salida lateral como si siguiera su rutina. Fue sencillo y a la vez, desconcertante por lo humano del gesto.
3.- Descubrimiento y reacción
La ausencia se notó al día siguiente. Al principio se supuso que la obra había sido trasladada por limpieza o fotografía, pero pronto se confirmó la verdad: la pintura había sido sustraída. La prensa lo convirtió en asunto nacional y la gente empezó a hablar del cuadro como si fuera una celebridad desaparecida. El museo cerró sus puertas y las sospechas se dispersaron en mil direcciones.
4.- El escondite y la explicación
Peruggia mantuvo la obra en su habitación durante más de dos años, guardada con cuidado dentro de un baúl. Cuando fue interrogado, dijo que actuó por patriotismo, que quería que la obra volviera a Italia. Esa explicación tuvo eco en algunos y escepticismo en otros. Sea cual fuera la motivación, el resultado fue el mismo: la pintura dejó de ser una curiosidad de especialistas para convertirse en un fenómeno público.
5.- La entrega y la detención
En 1913 intentó negociar la entrega con un comerciante de arte en Italia. Al verificarse la autenticidad, las autoridades lo arrestaron. La obra regresó al museo poco después, y su retorno fue recibido con una mezcla de alivio y asombro. El suceso quedó cerrado en los hechos, pero abierto en la memoria colectiva.
6.- Consecuencias y legado
El episodio forzó a los museos a repensar la seguridad y, sobre todo, elevó la pintura a un estatus que ya no dependía solo de su calidad pictórica. La historia alrededor del robo se sumó a la obra misma, creando una fama que persiste hasta hoy.
Conclusión
Un acto sencillo, sin gran sofisticación, consiguió algo inesperado: cambiar la historia cultural de una imagen. Vincenzo Peruggia no volvió a pasar desapercibido, y la pintura que se llevó dejó de ser solo un retrato para convertirse en un símbolo compartido por millones. A veces, la fama nace de lo más inesperado.






