Medicinas modernas para la obesidad en perros y gatos

La obesidad en perros y gatos ha llegado a niveles preocupantes, especialmente en países desarrollados como Estados Unidos, donde las estadísticas veterinarias de 2025 muestran que entre el 58% y el 62% de las mascotas atendidas presentan sobrepeso notable. Esta situación, que contrasta con la del siglo pasado cuando las cifras solo bordeaban el 25%, no es un simple número, representa un impacto profundo tanto para los animales como para sus dueños. En una entrevista, un veterinario comentó algunos casos: un golden retriever que casi no podía seguir a su dueño durante un paseo corto, o una gata cuya lipidosis hepática empeoró debido al exceso de peso. El sobrepeso no solo acelera problemas articulares y aumenta la resistencia a la insulina, lo que eleva los casos de diabetes en un 40%, sino que también acorta la vida hasta en 2.5 años en perros y multiplica por 2.8 la mortalidad en gatos.

Ante este panorama, la industria veterinaria ha empezado a mirar soluciones basadas en avances de la medicina humana. Los agonistas del receptor GLP 1 (usados en diabetes tipo 2), que han cambiado el tratamiento de la obesidad en personas con medicamentos como la semaglutida, ahora están siendo adaptados para mascotas. La fisiología similar entre especies, desde la regulación del apetito hasta la digestión, sugiere que esta transición es posible. Entre las opciones más destacadas se encuentra el implante desarrollado por Okava Pharmaceuticals junto con Vivani Medical: un pequeño dispositivo que se coloca bajo la piel del tamaño de un grano de arroz y que libera el medicamento de manera constante durante 180 días.

La exenatida (un medicamento que reduce el nivel de azúcar en la sangre) actúa en varios puntos: aumenta la sensación de saciedad, regula la liberación de glucagón y retrasa el vaciado del estómago, todo sin causar náuseas fuertes en animales. Michael Klotsman, CEO de Okava, lo resume bien: “Sabemos que reducir la cantidad de comida alarga la vida de los perros, los estudios lo demuestran, pero ¿quién no ha fallado intentando no dar comida extra a esa mascota?”. En otras palabras, el implante imita los efectos del ayuno sin necesidad de poner al animal a pasar hambre, come su ración normal, pero con menos ansiedad y menos visitas al tacho de basura a medianoche.

Los primeros resultados, obtenidos en ensayos con gatos son moderadamente alentadores. Con dosis bajas se logró reducir la ingesta calórica en un 22%, lo que produjo una pérdida de peso del 5 al 7% en 112 días, sin efectos secundarios importantes, no hubo aumentos en enzimas hepáticas ni casos de deshidratación. Ahora que se están realizando estudios en perros desde inicios de 2025, el objetivo es saber si el efecto se mantiene a largo plazo. Si los datos coinciden, la aprobación podría llegar en 2028, abriendo un mercado de más de 110 millones de mascotas obesas solo en Norteamérica.

Y aquí surge una reflexión, el beneficio no es solo para el animal. En un país donde el 53% de dueños considera la salud de su perro tan importante como la propia y el 42% incluso la prioriza, según AVMA 2024 una mascota en buen estado físico motiva a caminar más, aumentando en un 34% el cumplimiento de los 150 minutos semanales de ejercicio recomendados. Grandes estudios relacionan tener un perro con un 24% menos de mortalidad general y un 31% menos en personas que han tenido un infarto. En gatos el riesgo coronario baja un 37%. Como dijo un veterinario: “Es longevidad compartida: si está sano el compañero, también lo está la familia”.

Los primeros cálculos ponen el costo del implante entre 800 y 1200 dólares por ciclo, una suma alta para muchos dueños. Pero la historia de los medicamentos es clara, cuando las patentes terminan, aparecen versiones genéricas más baratas y los precios empiezan a bajar. Sir Stephen O’Reilly lo mencionó en su conferencia de 2024: “Lo que empieza exclusivo termina siendo accesible”. La conexión entre medicina humana y veterinaria no es nueva, lleva décadas hablándose de ella, pero estos medicamentos la hacen realidad y ofrecen a los veterinarios una alternativa antes impensable.

Al final, estos tratamientos no prometen milagros, pero sí un cambio práctico, menos peleas con la comida y más años de vida para las mascotas. Esta década podría cambiar no solo la forma en que se ven los animales, sino también el vínculo que tenemos con ellos, equilibrando la salud física y emocional de ambos.

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